El cultivo del olivo para conseguir el preciado oro verde se remonta a tiempos de los romanos. A pesar de lo que pueda parecer, Galicia ha sido desde tiempos remotos tierra de olivos. Los romanos introdujeron la semilla y la cultivaron. Siglos después, los Reyes Católicos, procedieron a cortar prácticamente todos los olivos que existían en Galicia.
Prueba de la presencia de olivares en Galicia, son los «muíños» de aceite que llegaron hasta nuestros días. Aquí, en Bendilló, existe uno reconstruido para que podamos comprender como se conseguía de una manera artesanal el «ouro verde». No se puede precisar con exactitud la antigüedad de este molino, pero como dijimos, los romanos ya cultivaban esta variedad y a buen seguro que la manera hacer aceite no difería mucho de la forma en que lo hacía antaño este molino.
Una piedra horizontal circular con canales en los márgenes (pía de moer), que lleva en el interior otra rueda (a moega). que gira mediante un espigo de hierro embutido na parte superior de una viga de madera. Gracias a la fuerza motriz de un burro o una mula, se movía el conjunto de la rueda, eje y el brazo. La aceituna se va echando con la mano o cestas en la tolva de madera, que la va dejando caer al paso de la moega, que la va esmagando. Una vez convertida en pasta, se pasaba al lagar, donde se depositaba en capachos de esparto colocados unos sobre otros, y se prensaban en la prensa (mazo). Así se obtenía el mejor aceite. Con la ayuda de agua caliente se separaba la pasta en la decantadora. Después, el aceita al flotar sobre el agua, se separaba fácilmente. El aceite era algo fuerte (0.6º-0.7º), muy válido para las ensaladas y para ungüentos. Los restos sólidos era utilizados como combustibles para las cocinas.