El valle del Miño fue desde hace cientos de años una gran «huerta» en donde se explotaban los recursos forestales madereros. En los dos últimos siglos el uso de la madera de estos lugares estuvo muy demandado, pues era exportado entre otros a los puertos pesqueros y a zonas del sur de la Península para la elaboración de cestas y cajas para pesca y otros usos agrícolas.
Estó conllevó una gran desforestación de los valles ya que unido al uso de la propia madera para su manufactura posterior se le añade su uso como carbón vegetal para fundiciones de hierro e industrias similares. La llegada del carbón mineral y las máquinas de vapor antes de la electricidad propició un ligero respiro a los recursos forestales. Sin embargo la madera continuó con su uso intensivo y este llegó hasta nuestros días.
La primera energía, después de la humana, fue la hidráulica y posteriormente se implementó la máquina de vapor y por fin la electricidad.
Prueba de esta actividad son los restos de numerosos aserraderos del valle del Miño en ambas orillas y muchos otros que continúan su actividad.
En As Neves, justo en el cruce de la antigua PO-400 con el Río Termes, existen los restos de un antiguo aserradero.
El río Termes nace en los Montes da Paradanta y desemboca en el Miño. Antes de su desembocadura el Termes es vadeado por un moderno puente por donde discurre la carretera PO-400. Pero antes la carretera lo hacía por otro puente del siglo XX y mucho antes cruzaba por un puente del siglo XIX o quizás anterior ya que el lugar recibe el nombre de A Ponte. Estos dos últimos puentes aún se conservan en el «meandro» de la antigua carretera. Ambos están unidos, mezclándose la rústica sillería secular con el moderno hormigón del siglo XX.
Junto a este puente por el que discurría una vía antigua tenemos los restos de un aserradero que aprovechó en un principio el agua del río Termes y posteriormente otras nuevas energías.
Se trata de una gran edificación que mezcla como mínimo dos etapas constructivas en donde destaca la sillería de granito de sus bases, el bajo y uno de sus vanos. El resto se completa con ladrillos artesanos elaborados en «telleiras» y teja del país. Por ello podemos pensar que sus orígenes se van hasta el siglo XVIII y a la vista de sus ladrillos su labor continuó hasta bien entrado el siglo XX aunque no se aprecian huellas de sistemas eléctricos aparentemente ni se conserva in situ ninguna maquinaria de ningún tipo. Podremos ver la zona de secado inferior y la chimenea. El resto está limpio y afianzado con grandes vigas de metal para evitar su caída.
Junto al aserradero veremos un par de molinos harineros que seguramente aprovechaban el agua del canal de la industria vecina.