A principios del siglo XX existía una demanda muy grande de maderas para los aserraderos de toda Galicia y para la exportación de esta materia hacia el Levante. El benigno clima de Galicia provoca que muchos mostraran interés en la superficie forestal gallega y en su comercialización.
A esta demanda industrial debemos añadirle el auge de la celebración de la Fiesta del Árbol que siglos atrás gozaba de gran reputación y consiguió concienciar a mucha gente de la necesidad de una repoblación efectiva y un uso sostenible de los montes.
Por ello, a principios de siglo, comienzan en Galicia la implantación de los primeros viveros forestales llevados a cabos por ingenieros de la materia.
Estos viveros eran como «huertos» en dónde se comenzaron a plantar pies de árboles para su venta a empresas, particulares e incluso ayuntamientos. Por ello se adaptaban hectáreas de monte para su uso forestal. Se creaban presas, canales para riego, bancales, pistas, casas forestales e incluso aserraderos. Se comenzó a introducir especies foráneas de rápido crecimiento para hacer frente a la gran demanda. Así comenzó la primera invasión de eucaliptos, pinos y abetos de una manera en principio sostenible.
Así en Galicia desde 1906 hasta 1924 contaba ya con cinco viveros permanentes. Uno de los más conocidos fue el creado por Areses en Tui, en una de las laderas del Monte Aloia que después fue reconvertido área recreativa y hoy cuenta con la protección de Parque Natural. También es famoso el de Figueirido (Vilaboa) y otros como el de Ribadetea (Ponteareas), Sobrado (A Coruña), As Chairas (Ourense), Os Trollos (Lugo)… En la mitad del siglo XX la reforestación de foráneas se extiende definitivamente y comienza su escalada repobladora de los montes gallegos lo cual provoca el abandono de este tipo de viveros.
Aquí en Ponte Caldelas tenemos uno de los viveros forestales de los que hablamos. Se sitúa a 450 metros de altura en una zona en donde la ladera de la montaña no tiene mucha inclinación e incluso presenta grandes zonas de muy escasa pendiente. Por aquí pasaba el camino real utilizado por los arrieros que desde Ribadavia se dirigían a Pontevedra.
Hoy la zona es una gran área recreativa, cuyos orígenes se marcan a mitad de siglo XX. Podremos ver los bancales y presas antes nombrados e incluso la casa forestal. El lugar se completa con mesas y fuentes.
Desde luego que el compromiso forestal hace más de un siglo era más importante que hoy mismo.
Deplorable estado de abandono y dejadez por parte de las comunidades de montes…….lamentable
Qué pena…