Monte do Castro
Mucha gente considera Vigo como una ciudad moderna, industrial y forjada en el siglo XX. Sí, es cierto, pero también es verdad que bajo su hormigón esconde una gran cantidad de vestigios que nos demuestran que la historia de Vigo es mucho más amplia e importante de lo que imaginamos.
Vigo y su historia
Durante las dos últimas décadas se han encontrado numerosos restos históricos pertenecientes a varias épocas del pasado que nos revelan que la historia y los orígenes de los pobladores de la comarca y de la creación de la villa se remontan muchísimos siglos atrás. Son conocidos los grabados rupestres de Coruxo, como el de San Lourenzo, cerca del Lagares, el de Pedra Moura en Fragoselo o el de A Pedra da Laxe en Sárdoma, además de los de A Madroa y O Vixiador. Los dolmenes y mámoas de esta última zona también demuestran la antigüedad de la comarca viguesa.
Hasta veintiocho poblados castrexos se asentaron en los límites del concello, existiendo incluso hasta las Isla Cíes. Villas romanas, salinas, salazones, necrópolis y mansiones romanas abundaban a orillas del mar. Incluso se dice que la mítica Burbida podría ser Vigo. Templos románicos, calzadas, pazos y puentes medievales conformaban el paisaje. Fortines y fortalezas se situaban en su línea de costa hasta los siglos XVIII-XIX, para defenderla de saqueadores, piratas y enemigos. Conventos, ermitas y monasterios formaban la silueta de la villa. Magníficos e impresionantes edificios se construyeron en el centro de la ciudad en el siglo pasado. Todo esto contribuye a una intensa actividad histórica dentro de la comarca de Vigo.
Los primeros pobladores
Dejando a un lado los asentamientos neolíticos, podemos considerar que la misma ciudad surgió en una de las cotas más altas de la suave costa viguesa, en un montículo de 80 m llamado hoy día Monte de O Castro, lo que antaño se le conocía como Monte Terroso. La imagen del promontorio hace apenas un siglo, en nada tiene que ver con la del frondoso paraje vegetal que muestra hoy en día. Un paisaje serrano, hacía más fácil la defensa de un poblado que se situaría en la parte más alta y por lo tanto sería un magnífico emplazamiento para un asentamiento humano.
Los grovii o los helleni, puede que cualquiera de estos dos pueblos fueran realmente los antiguos pobladores de Vigo. El nombre que otorgaron los romanos a la villa fue el de Vicus Spacorum, traducido como Villa de los Espacos, aunque desgraciadamente no sabemos nada de quienes pudieron ser estos. Hay quién los atribuye a pequeños asentamientos fenicios o de medos que se distribuían por la costa. Lo cierto, es que miles de años antes de que llegaran los romanos, la comarca, ya había sido colonizada por diferentes pueblos y diversas culturas.
El Castro de Vigo
El poblado prerromano del que nos ocupamos, ocuparía una gran parte de lo que actualmente conocemos como el Monte do Castro, pero las edificaciones posteriores de las fortalezas de O Castro, de la San Sebastián, la del desaparecido Castillo do Penso y las grandes remociones de tierra levantadas por la construcción de innumerables casas dentro del perímetro del poblado, hacen imposible dar con las dimensiones reales del conjunto. Pocos saben lo que esconden los cimientos de estas edificaciones. Además, las escasas excavaciones realizadas en el terreno, no permiten conocer la realidad exacta de la magnitud del castro. Aún así sabemos que podría considerarse un oppidum y jugaría un papel importante en el ámbito de la comarca.
El poblado experimentó su apogeo durante los tres siglos antes de Cristo y se mantuvo hasta bien entrado en siglo III d.C. De esta manera, convivió en épocas del Imperio Romano lo que conllevó una romanización del poblado, como lo demuestran los restos de las casas cuadrangulares. Anteriormente los «arquitectos» de los castros despreciaban dichas formas por motivos espirituales y religiosos.
Una de las cosas que nos llamará la atención, es la existencia de diversos canales y pequeños pozos de agua, que nos dan idea de una posible actividad manufacturera, como podrían ser curtidos de pieles, minerales, salazones …
Pasado el siglo III d.C., la población fue creciendo ladera abajo y la villa se fue extendiendo, en dirección al mar. Se puede decir, que este poblado es el germen de lo que hoy en día se ha convertido en la ciudad más grande de Galicia y una de las áreas metropolitanas más grandes de España.
A mediados de los años veinte, se inició la plantación de árboles en el monte de O Castro de Vigo, de aquella, pelado monte, lo que permitió en 1926, el descubrimiento de los primeros restos. Aunque muchos de estos fueron abandonados, algunos sí fueron reunidos por diversas personas, entre las que destacó Enrique Tenreiro. Dos años después de los primeros hallazgos, la diputación se hizo cargo, pero no fue hasta mediados de siglo en la que se localizaron las primeras viviendas circulares y numerosos objetos como piedras de molinos y gran cantidad de material cerámico. Gran parte de este material se conserva hoy en día en el Museo de Castrelos, ubicado dentro del Pazo Quiñones de León.
A finales de los 80, los restos se encontraban ya casi abandonados, con algún pequeño intento de rehabilitación que nunca consiguieron atraer la atención de los visitantes. En los 90, la cosa pasó a peor. Abandono total, desprotección, vandalismo … Casi dos décadas de penurias y ruinas prácticamente ocultas por la maleza. Una mísera valla, «protegió» durante casi diez años, lo que ninguna administración municipal quiso saber nada. Ya en el siglo XXI, a finales de la primera década (2010), y gracias a los fondos del Plan E, se rehabilitó la parte antaño descubierta y se musealizó. Hoy día da gusto admirar las tres viviendas reconstruidas y ambientadas en su totalidad, así como poder leer los paneles informativos que nunca antes existieran. La zona se encuentra debidamente vallada y vigilada por cámaras de seguridad. Además, la entrada es gratiíta e incluso habilitada en ciertos sectores para personas con discapacidad.
Esto ha conseguido que el castro de Vigo sea uno de los restos históricos más visitados de Galicia. Esperemos que así sea durante muchos años y que podamos ver en un futuro una excavación todavía más importante y poder aprovechar así la expresión de la culturas de Vigo y de Galicia.