¿La contaminación del Prestige sigue afectando a las costas gallegas?

Hace ya más de veinte años desde que el desastre del Prestige inundara las costas gallegas con chapapote, y el recuerdo de aquel desastre ecológico sigue muy presente en la memoria de miles de personas en la región. Especialmente cuando el reciente vertido de ‘pellets’ nos devolvió aquellas inolvidables imágenes de cientos de voluntarios y voluntarias limpiando nuestras costas de la polución causada por un buque de terceros.

A simple vista, puede parecer que los efectos ecológicos de aquel desastre ya quedaron atrás, Sobre todo al recordar aquellas dolorosas imágenes de miles de peces y aves cubiertas de un engrudo negro. Sin embargo, según indica Greenpeace, lo cierto es que sigue habiendo residuos tanto en las costas como en el sustrato marino. Y, por desgracia, no se han hecho estudios suficientes para evaluar el alcance a largo plazo de esta contaminación.

Hacen falta más análisis para evaluar los daños

La comisión de investigación que se encargó poco después del accidente del Prestige para analizar su impacto ecológico quedó cerrada a los tres meses, y desde entonces solo se han llevado a cabo algunos análisis muy esporádicos. Estos análisis han estado a cargo mayoritariamente de entidades privadas, y no forman parte de un esfuerzo coordinado para entender de forma exhaustiva el estado de nuestro ecosistema marino. Lo ideal habría sido llevar a cabo continuos análisis de valoración química en el entorno, abarcando tanto la costa como el sustrato marino en las aguas interiores y el mar territorial. Solo de esta manera podríamos tener a día de hoy un conocimiento en profundidad sobre el estado del ecosistema y las consecuencias del vertido a medio y largo plazo. Esto no solo sería útil para Galicia, sino también para cualquier otra región afectada por un vertido.

Un desastre que puede volver a producirse

A pesar de que la Unión Europea adoptó medidas para prevenir futuros accidentes de este tipo –entre las que destaca la prohibición de los petroleros monocasco y la creación de áreas refugio–, lo cierto es que siguen circulando miles de buques petroleros muy cerca de nuestras costas. Es cierto que las medidas de seguridad ahora son más exhaustivas, pero no son infalibles, como demostró el reciente vertido de ‘pellets’ que afectó a nuestras costas. Uno de los incidentes más recientes tuvo lugar en Singapur el pasado mes de junio, cuando una draga holandesa chocó contra un buque petrolero. Y no debemos olvidar el desastre ecológico de BP que tuvo lugar en 2010 en el mar Caribe. Este accidente liberó al mar más de 168 millones de galones de petróleo y que está considerado uno de los peores vertidos de la historia. Todos estos son incidentes que ocurrieron mucho después del derrame del Prestige.

Aguas aptas para el baño y para la pesca

Por fortuna, los análisis de valoración química indican que las aguas de Galicia siguen siendo aptas para el baño y la pesca. Las industrias que dependen de nuestros mares tienen de momento el futuro garantizado, al menos en términos de viabilidad ecológica. Pero cabe preguntarse hasta qué punto se puede asegurar que no ocurrirá un nuevo incidente de este tipo, sobre todo cuando los derrames de petróleo siguen ocurriendo en todo el mundo.

Encontrar las costas gallegas repletas de ‘pellets’ disparó muchas alarmas, y lo cierto es que desde la industria pesquera existe bastante preocupación con respecto a lo que podría ocurrir en el futuro. Nuestro ecosistema marino es extraordinariamente rico, pero también es extraordinariamente frágil, y por eso conviene adoptar todas las medidas posibles para protegerlo frente a las imprudencias de la industria.

¿Un futuro sin petróleo en los océanos?

En última instancia, la seguridad de las aguas gallegas pasaría por la eliminación del transporte de petróleo y gas licuado del tráfico marítimo internacional. Sin embargo, esto previsiblemente no tendrá lugar durante bastantes décadas, porque el consumo de petróleo y gas sigue resultando esencial para un sinfín de industrias. Además, ni España ni ningún país tienen jurisdicción para regular el tráfico marítimo en aguas internacionales.

De momento, entonces, solo podemos soñar con un futuro donde los hidrocarburos dejen de ser una mercancía tan preciada en la UE. Por fortuna, la transición eléctrica va por buen camino, al menos para los vehículos terrestres. Si las cosas continúan su rumbo, dentro de una década los vehículos de combustión interna serán una minoría en España. Será entonces cuando notemos un descenso en el tráfico de buques cisterna en nuestras aguas.