Desde hace siglos, el pueblo gallego se las ha ingeniado para poder realizar sus labores de una forma más sencilla y fácil. La molienda del grano fue siempre una actividad que necesitaba gran tiempo y dedicación. Ya desde la prehistoria se utilizaban pequeñas piedras y rocas donde se molía el grano. Siglos después se comenzó a aprovechar la fuerza de la naturaleza para poder mover una serie de elementos que hacían la «moenda» mucho más rápida y fina. Para ello, en muchos casos, se utilizó la fuerza del agua de los ríos. También se empleó la fuerza del mar en su empuje de las mareas. En diversos puntos de Galicia, sobre todo en la costa, se utilizó también la fuerza del viento para crear molinos de cuatro aspas.
En Camposancos, en el punto más al suroeste de Galicia, se mantienen los restos de varios molinos de este tipo, algunos de ellos en parte reconstruidos. Se tiene constancia de su presencia desde el año 1838 y es probable que los idearan maestros castellanos en su contacto con los canteiros gallegos que trabajaban en esas tierras. Los molinos eran colocados en pequeñas lomas elevadas y muy próximos al mar, donde eran habituales los fuertes vientos del Atlántico.
Uno lo podemos ver formando parte de una casa dedicada a la hostelería junto a la Playa do Muíño. Muy cerca en O Puntal o Punta de Santa Tecla, veremos otro dentro de una casa particular y un poco más arriba sobre un curuto, existe otro reconstruido al que se puede acceder libremente. Si miramos al Norte, veremos otro más dentro de otra finca particular denominado Muíño do Río.
Si queréis conocer otros tres molinos de viento muy cerca de estos pero situados en la parroquia de A Guarda tan solo tenéis que seguir este enlace.